Doña Nati

Vas a volver a visitarnos

dijo con sus manos, amplias y arrugadas

y me dio queso, pan de noviembre.

 

Tan hermosa como las papas

que durante siglos sin cuenta

cultivaron sus abuelas y sus tías.

 

Detrás de ella la pampa sin retorno

en su delante la nada y el horno

levantado con barro y pedruzcos recios.

 

Cubierta con su mandil, y el suéter gris

me miraba fijamente pero con dulzura

y yo, tocado por el viento andino,

me sentí cobijado por su memoria.

 

Llena de amor, animada por su noria

hizo llegar a la tierra tres generaciones

amasadas con la sazón de sus dedos.

Lo cocinó todo sin queja.

 

Esa tarde sin freno me despedí

pensando que volvería a su patio

a sentirme bendecido y aceptado

por esas manos antiguas,

anisadas por el paso del tiempo.

 

Sé que su ausencia sabe a sal

y que en ese nicho parco, necio

las flores y los recuerdos

florecen todavía cada septiembre.

 

para la familia Mayta, que me recibe todavía…

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